Diario de
Alice Holland
Siempre
había creído que la felicidad se encontraba, solo tenías que elegir entre un
camino u otro, y a veces, con mala suerte, elegías el incorrecto. ¿Y sabéis
que? He estado equivocada toda mi vida, dieciséis malditos años creyendo una
farsa. La felicidad no se encuentra, ella te encuentra a ti.
Toda
historia tiene un principio, y la mía empezaría el año pasado, y duraría nueve
meses, pero creo que aún no se ha acabado.
Aquella
tarde fue el comienzo del infierno que me esperaba. Niebla, soledad, gritos,
llantos, frío… Solo quiero recrear como me sentía. El despertador sonaba, y
como todas las mañanas me levantaba cansada, sabiendo que ese día sería igual
de deprimente o más que los otros. Ya no tenía ganas de nada, sí bueno, tenía
ganas de ser feliz. Mi mundo se había derrumbado. La poca luz existente se
había fundido. Los gritos aumentaban más hasta dejarme sorda, ya solo lloraba,
mucho. Me era muy difícil seguir así, sin esperanzas, sabiendo que aquello
nunca acabaría.
Así pasé
nueve meses de mi vida. ¿Un horror verdad? ¿Y como acabó? De la mejor manera
posible, siendo feliz. Una buena mañana te levantas y ya no sientes ese
infierno, ya no tienes ganas de llorar. Quieres reír, saltar. Chillar que eres
la persona más feliz de la Tierra,
que los problemas se afrontan con una sonrisa en la cara, no con una copa de
alcohol. Que existen personas que te quieren ver feliz y harán lo posible para
que así sea. Ahora en mi vida hay luz, brisa, calor, música dulce… Y nunca se
irán.
No esperes,
deja que la felicidad te atrape, y cuando te tenga bien cogido, no la sueltes.
¿Por qué? Porqué es la sensación más bonita que existe, la razón por la cual
aún sigo aquí, con vosotros, viva, feliz. Y no permitiría que nadie nunca me la
arrebatara. Porqué como he contado, creo que esta historia no tiene aun final,
mientras perdure esta felicidad.
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